jueves, 16 de julio de 2009

Ruta

Amadeo para la camioneta y el sinfín de autos que vienen atrás le pasan por al lado y lo regan de puteadas. Un pelado en una moto alarga todo su brazo para dejarle un gesto obsceno antes de salir a mil. Amadeo no da bolilla. El mundo a su alrededor gritón y en éxtasis no se compara al suyo. Allá afuera los problemas no existen. Amadeo tiene 65 años y este es su último viaje antes de jubilarse. Por primera vez en 40 años va a parar su camioneta para siempre. Esta mañana, antes de partir para la ruta 40, Roberto le dejo en la oficina la carta documento. Lo intimaban a abandonar el trabajo. Amadeo hizo con la carta lo mismo que con todas las otras cosas. Se la guardó en el bolsillo interno de la campera, se acomodó la boina y se fue. No se lo dijo a nadie. Ni siquiera a su hija Rita, cuando lo llamó para contarle lo de su marido. A él también lo habían dejado sin trabajo. Otra vez. Amadeo subió a la camioneta con el cargamento listo y partió. No hubo bocinazo de despedida. No quiso saludar.
Llegó a la autopista casi sin nafta. El botón rojo que titilaba histérico no logró llamarle la atención. Amadeo paró porque no le quedó otra. De ser por él hubiera seguido. Pancho apareció de atrás del guardarras. Todo cubierto de mugre, negro de los pies a la punta de la cabeza. Blancos sus dientes perfectos. La boca abierta mostrándolos todos como si mascara un chicle enorme. Amadeo que se había prendido un cigarrillo lo vio venir por el espejo retrovisor y se rio. Le vomitó una carcajada gigante en la cara, sin razón, sin saber por qué, Amadeo se rió de Pancho. Estrepitosamente. Pancho se colgó de la ventana y lo increpó: _ ¿De qué te reís viejo puto?. Dame la guita, la camioneta y rajá. Amadeo se calló del susto, lo miró boquiabierto...
Continuará?

V

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