domingo, 12 de julio de 2009
La Bele
La Belle Epoque es el emblema de los pocos caraqueños desvelados a los que no nos gusta pasar las noches bailando merengue entre multitudes traspiradas que toman un ron que parece gasolina. En la Bele, como la llamamos quienes le tenemos cariño, las noches siempre fluctúan entre ojos rojos y dientes violetas, entre hombres tetones y mujeres peludas. La Bele tiene tres ambientes: en el principal siempre hay bandas en vivo, lo mismo punk o música celta, en el de al lado hay una barra y pasan electrónica toda la noche, y como puente entre ambos, un espacio tapizado con alfombras rojas, lleno de puffs, y un proyector que vomita toda la madrugada, sin interrupciones, imágenes inclasificables. En la Bele hay poca luz, mucho humo. Hay un chico con una falda negra de cuero. Una chica que baila desenfrenada con un billete colgando de la nariz. Somos la más destruida de las sectas, el hoyo negro de la noche tropical. Somos los inconformistas, los que creemos que lo raro es lo bueno, los que alabamos el kitsch, los que nos sentimos magnetizados por el vértigo de caminar por el borde. Somos todo eso hasta el día en que al Banco Santander se le ocurre abrir una nueva sucursal y entonces todo se desvanece fugazmente como el humo de nuestros cigarros.
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