lunes, 20 de julio de 2009

Gente hermosa, cuando vi que tres de las consignas eran "autoretrato", "el día que me muera" y "la última carta", me costó creerlo. Pero la vida está llena de coincidencias (si no me creen, pregúntenle a María). Por eso acá les dejo dos cositas que no escribí para la ocasión, las escribí hace más de dos años. La segunda, ésta, es un recorte pastiche de una autobiografía que tuve que hacer para la facu. La primera es un cuento, no está escrito en primera persona, si no en ficción. Aunque, en realidad, es algo que soñé que me pasaba. Lo soñé despierto.


Autoretrato, borrador

Mi número preferido era el ocho hasta que, por elegirlo, gané un concurso que no quería ganar, y desde ese momento prefiero el siete. Un par de sandalias, un agujereado bolso verde y algunos libros, son mis tres posesiones materiales imprescindibles. No soy asmático ni alérgico, nunca me operaron, ni me fracturé, ni me cosieron puntos. Hace un par de años, durante una conversación intrascendente con una persona que califico con el mismo adjetivo, me di cuenta de que mi familia no era tan normal como yo creía. Me enorgullece haber suprimido el hábito de comer mis uñas. Mi mayor miedo son las agujas que se utilizan para inyectar sustancias o extraer sangre. Aún más que los trampolines. Sé que morir por ideas es empalagosamente romántico, pero a veces me gusta pensar en eso. Amo los adoquines. Una de mis mayores decepciones fue conocer la casa de Ana Frank. Soy transigente en las relaciones e intransigente en los debates. Creo que la mayor virtud es la sensibilidad y el peor defecto es mascar chicle con la boca abierta. Pensaba que el único destino plausible del dinero era utilizarlo en viajes, hasta que un amigo me comentó la idea de comprar todas las entradas para una función de cine, quedarse con una en la mano y tirar el resto a la basura. El día que nací me surgió la inútil habilidad de poder contar, en muy pocos segundos y con breve margen de error, la cantidad de letras que posee una palabra o una frase corta. La mayoría de mis amistades siempre fueron mujeres, la mayoría de ellas bisexuales, la mayoría de ellas excéntricas y brillantes. Un día, una amiga (que será Premio Nobel de literatura dentro de unas décadas) me comentó que, para ella, la diéresis era un recurso estéticamente emocionante. En ese momento, por alguna causa que desconozco, sentí que no estaba solo. Tengo varios tics que nadie conoce y jamás diré cuáles son. Logro alcanzar un instante de felicidad absoluta cuando saboreo un pedazo de torta de chocolate preparada por mi abuela o cuando cruzo a pie esquinas diagonales.

Nico.

2 comentarios:

  1. y sin embargo algunas coincidencias me siguen sorprendiendo. Que bueno que sigas con nosotros, asi, siempre.

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  2. Pff, y si te cuento las coincidencias con tu autoretrato, te da un espasmo.
    Yo ya no sé qué pensar.
    Siempre con ustedes.

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