Vilma caminaba hacia la escuela con la felicidad pintada en el rostro. Anoche su papá llegó con ese regalo tan ansiado. “Cerrá los ojos” le dijo y le puso en las manos la cajita- “podés abrirlos” Y Vilma con el corazón acelerado comprobó lo que que esperaba ¡Los marcadores Silvapén con florcitas de colores! De un salto se prendió al cuello de su papá –“¡gracias papi, te quiero! y salió corriendo a su habitación a probarlos. Era una cajita de seis, la grande era muy cara, aparte con los colores primarios mas el verde, el negro y el marrón era suficiente.
Esa noche durmió con la cajita bajo la almohada. Pensaba en el momento en que se los mostraría a Bertelle, su compañera de banco. Ella los tenía hacía más de una semana. Ya en el aula los sacó orgullosa y trabajó con ellos en el cuaderno de clase, cuidando de tapar cada uno al dejar de usarlo para que no se secaran. Ese recreo jugó más contenta que nunca...pero al volver al aula sintió que se le paraba el corazón, la desesperación no le permitía reaccionar. Estaba inmóvil con la vista fija en la cajita con cinco marcadores..¡faltaba uno!, faltaba el marcador rojo. Como en un sueño sentía que todo daba vueltas a su alrededor, se dio cuenta que todos los ojos se posaban en ella “sentate,” le decían “¿Qué te pasa?” La vos de la maestra hizo que desviara la mirada hacia ella “Sentate que tengo que explicar la división” Pero Vilma no reaccionaba; sus ojos abiertos miraban a la maestra suplicante. Una lágrima se deslizo por su mejilla: “Me falta el rojo” balbuceó sin que pudieran escucharla, “¿qué? Vilma rompió a llorar. La maestra trató de consolarla y le prometió que al finalizar la explicación lo buscarían.
La maestra escribía números en el pizarrón, Vilma miraba la cajita de marcadores de su compañera, completa, y la de ella que era nueva sin el marcador rojo ¡Era injusto!.
En un descuido le sacó el marcador y lo colocó en el lugar vacío de su caja. El aire volvió a llenarle los pulmones, la sonrisa le iluminó la cara. “Señorita, ya encontré mi marcador” gritó inocentemente, sin pensar que inmediatamente su compañera comprobaría la falta y comenzaría a acusarla de ladrona. Vilma sintió que el corazón le latía a toda velocidad, su cuerpo se endurecía sin permitirle salir corriendo, sus ojos abiertos reflejaban el pánico que se apoderaba de su persona al ver que todas sus compañeras la miraban con ojos acusadores, un calor intenso subió por sus mejillas que se tornaron color rojo granate....Una nube bloqueó su mente y Vilma, después de tantos años, no puede recordar cómo se resolvió el problema, pero nunca pudo olvidar la vergüenza que aún hoy, al recordar ese día le hace subir un fuego por las mejillas tiñéndolas de rojo granate.
Alicia
domingo, 23 de agosto de 2009
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Alicia, me parece muy bueno poder ver el panico y la verguenza desde los ojos de una nena y sus marcadores nuevos. Pinnta muy bien un universo fuera de escala. Me gusta. Trabajaria un poco mas el final (quizas seria interesante probar un cambio de registro, de tercera a primera persona.... no se se me ocurre nomas como ejercicio. Revisaria tambien la repeticion de las mejillas rojo granate. Me parece que estas escribiendo cada dia mejor. un beso grande
ResponderEliminarmaria