viernes, 28 de agosto de 2009

funeral

Texto escrito hace dos años, pero relacionado a la consigna:

Llovía mucho. Todos puntuales, cabizbajos y de luto. No somos nada, a todos nos llega, aunque sea no sufrió la pobre. Rezos emotivos y llantos espasmódicos. En el momento en que el viudo, pálido y demacrado, se aproximaba a la fosa para empezar a colmarla de tierra, pisó un gran charco, resbaló, dio un giro en el aire, cayó adentro y se escuchó un golpe seco. Dos mujeres expulsaron un alarido breve y agudo y seis hombres se acercaron corriendo al lugar donde se encontraba el ataúd. Allí yacía el anciano, contorsionado, con los ojos cerrados. El único de los seis que era médico extendió rápidamente su mano y, durante algunos segundos, apoyó con firmeza tres dedos sobre un costado del cuello del viejo. No. Nada. Estaba muerto. El médico avisó a los concurrentes mediante un gesto. “Siempre quisieron que los entierren juntos”, dijo una mujer entre sollozos.

Nico.

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