Marcos sale de la casa, hace unos minutos besó a su mujer.
Lo persigue una obsesión. La misma que hace meses. Un pensamiento que lo atormenta.
Trata de eludirlo, no puede. Siente sobre su nuca al perseguidor incansable que corroe su mente. Cambia el camino habitual, vuelve sobre sus pasos. Espía desde la esquina la puerta cerrada de su casa. Un hombre con el cuello de su sobretodo levantado se aproxima, lentamente pero seguro. Pienza: Se detendrá, mirará hacia todos lados y entrará. Lo hará, inevitablemente, y ella se dejará atrapar. Yo volveré a mi camino habitual y me liberaré por fin de mi verdugo, la incertidumbre no encontrará en mí la víctima perfecta. El hombre del cuello levantado llega a la puerta, y sin levantar la vista sigue su camino sin detenerse. Marcos mira el reloj, se le hace tarde. Retoma su camino. Otra vez sobre su nuca el perseguidor incansable. Otra vez más fracasó, no pudo eludirlo. Pienza: lo perseguiré hasta encerrarlo. Algún día lo alcanzaré.
ALICIA
sábado, 5 de septiembre de 2009
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