- Son eso, papà: cosas. Sòlo cosas, nada màs. Son pasajeras, no son de verdad. No sè si me entendès.
- Probate los jeans, vas a ver què lindos que te quedan.
- Pero papà.
- No te hacen falta medias? calzoncillos?
- Lo que me falta es una respuesta, papà, una respuesta y dos bochas de helado, porque asì no se puede. Fijate si tienen algo en la secciòn de ninios.
- Dale que llegamos tarde a lo de la tìa. (Sì, los llevo, ponè todo en la misma bolsa).
- Eso te importa màs a vos que a la tìa.
- No digas eso, te quiere tanto.
- Ah, què divina.
- Trajiste las masitas, no?
- Me las comì en el probador.
- Sos una mierda.
- Mierda eran las masitas. Les hice un bien a todos.
- Claro, son sòlo cosas, no?
- Cosas secas e insìpidas.
- Yo no sè a quièn saliste.
- Si lo decìs por la gula, a la tìa.
- Le vamos a decir al taxi que espere, y te bajàs a comprar masitas.
- Y dos bochas de helado.
- Y un poco de paciencia, porque asì no se puede. (Suben al taxi).
- Claro, con lo agitados que vivimos.
- (El taxista) Còmo dice?
- No dice nada: gire a la derecha.
- Hablaba con el chico, no con usted.
- Y vos quièn sos? Callate y maneja.
- Còmo?! Bajate del auto.
- Si todavìa ni arrancaste!
- Por eso mismo.
- (Al chico) Venì, paremos otro.
- (El taxista) No, el chico no. Usted bajese.
- Sì, bajate pa. Yo me voy con el senior a tomar un helado. (Al taxista) Yo invito.
- Dejà de hacer el ridìculo. (Sale del taxi y arrastra al chico de la camisa; el taxi arranca). Mirà la hora que es.
- No tengo reloj, no me gustan. Encierran y dividen lo incontrolable.
- Pero què pedazo de poeta, eh?
- Ahì acaba de pasar un taxi.
- Y por què no lo paraste?
- Porque prefiero ir caminando. O no ir.
- (Para un taxi). Vamos a llegar para el postre. (Suben).
- Y cuàl es la queja?
- (El taxista) Que todo està tan caro.
- Ya la vas a escuchar a la tìa. (Al taxista) Gire a la derecha. (Avanzan unas cuadras) Pàrese aca, por favor. (Al chico) Tomà, andà a comprar unas masitas, apurate.
(Al rato vuelve el chico, comiendo medio kilo de helado).
- Y las masitas?
- No parecìan de hoy.
- Pendejo insolente.
- (El taxista) Eh!, no es para tanto, sòlo son unas masitas.
- Claro, son sòlo cosas. Usted tambièn?
- Còmo dice?
- Nada, maneje que llegamos tarde.
- Y... paràndose a comprar masitas no se llega màs temprano.
- A què viene tanta mania con lo de la tìa si no la podès ni ver?
- Nos invitò a cenar y van todos. Tengo que hablar algunas cosas con tu abuelo y con tus primos, que no los vemos nunca.
- Me conmueve tu desinterès. (Con la boca llena de helado) Sos un gran ejemplo.
- (Al taxista) Pàrese en la casa de la esquina, ya llegamos.
(Frena, paga, se bajan. Toca el timbre. Sale la tìa, en pijama).
- Hola! Què sorpresa!
- Perdòn por la tardanza.
- Què tardanza?
- La cena, la tardanza.
- Pero si es maniana la cena!
- Còmo maniana?
- No escuchaste el mensaje? Yo estaba por irme a dormir, pero veo que trajeron helado. No se debìan haber molestado. Pasen.
(Pasan. Los tres se sientan en la mesa. La tìa abre el tarro de helado. Queda una sola cucharada, y està derretida).
Nico.
miércoles, 27 de enero de 2010
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